¿Qué dura más (y es más sostenible) una camiseta blanca de algodón o una sintética?
El reciclaje de textiles apenas alcanza al 1% de toda la ropa que compramos y desechamos. Pero los claroscuros del sector no acaban ahí. Muchas de las fibras de PET reciclado que están tan de moda proceden de botellas que jamás se han usado

Cada español estrena entre 7 y 9 camisetas al año. La cifra nos la da Gema Gómez, directora ejecutiva y fundadora de Slow Fashion Next, una plataforma de formación y divulgación en moda sostenible. “Las estadísticas señalan que compramos unas 34 prendas de ropa nuevas al año. Y el 25% son camisetas”, señala Gómez, una de las voces que apela a un cambio de modelo en el textil.
¿Qué camiseta dura más, la de algodón o la sintética? Los números gruesos son apenas la punta del iceberg de un sector caracterizado por su poca transparencia en lo que respecta a la procedencia de los materiales y donde el precio no siempre tiene una relación directa ni con la calidad del producto, ni con su durabilidad. Y mucho menos, con su impacto ambiental. Recientemente un noruego de LinkedIn, Torleif Markussen Lunde, compartía su experiencia con tres camisetas blancas o casi blancas. La primera era de Livid, una marca noruega que apuesta por la moda ética. Era 100% de algodón supuestamente sostenible (unos 92 €). La segunda era de Uniqlo (50% algodón-50% poliéster reciclado y con un precio de 11 €). La tercera, una de poliéster de H&M (7 €).
Las usó durante un año y las lavó cada semana. Todo haría pensar que la más duradera sería la de algodón orgánico y precio elevado. Paradójicamente – relata Markussen – fue la primera en deteriorarse. ‘A las tres semanas le salió el primer agujero. Ahora está totalmente gastada, con los hilos haciendo como aguas’, señala este , que añade como documento una foto con el desgaste de las tres prendas. En el polo opuesto, la de Uniqlo aparece casi intacta. Sin demonizar a ninguna de las tres empresas, se pregunta qué es la sostenibilidad en la ropa. ‘Nos dicen que compremos menos. Que elijamos calidad. Que apoyemos la sostenibilidad. Compré Livid porque se alinea con mis ideas de sostenibilidad, pero cuando la camiseta se estropeó en pocas semanas me pareció que había poco de sostenibilidad y mucho de storytelling’, se lamenta este .
Si se estropea pronto, ¿es realmente sostenible?
Para entender lo que es una prenda sostenible hay que analizar su impacto a lo largo del ciclo de vida. Importa si las fibras proceden de cultivos ecológicos, si se han cultivado en terrenos baldíos o ha habido que deforestar, de dónde sale el agua para el riego... Si son fibras sintéticas, de dónde vienen las materias primas, en qué fábricas se hacen las hilaturas y qué químicos intervienen en esa producción. Y en todos los casos, cuánta agua hace falta para fabricar cada camiseta, el impacto ambiental de los tintes, la fabricación, la huella de carbono del transporte de la prenda, cómo resiste esa prenda a los lavados estándar en casa y cuántas puestas tiene antes de convertirse en un guiñapo.
Solemos pensar que la prenda más cara, en especial, si se rodea de un aura de ‘marca sostenible’ y con materiales de calidad, durará más. También, que será la más amigable con el planeta. “No siempre es así. Muchas veces pagamos por una marca, pero no forzosamente significa que detrás haya prácticas éticas desde una perspectiva medioambiental y social”, advierte Gómez. La evidencia demuestra ahora que pagar más tampoco es garantía de que vaya a durarnos más. Y tirar una camiseta, no ya porque sea de la temporada pasada, sino porque está destrozada del uso después de unas pocas puestas, tampoco avanza hacia un planeta más sostenible.
Reciclaje de ropa y otras zonas grises del textil
Las grandes marcas como Zara, H&M o Decathlon ubican grandes contenedores en sus tiendas para dar ‘una segunda vida’ a nuestra ropa. Nos espantan las imágenes de vertederos llenos de ropa vieja en África o el desierto de Atacama y fantaseamos con una economía circular también en lo textil dotada de un sistema casi mágico de reciclaje infinito. Un paraíso circular donde mi camiseta destrozada se convierte en fibras recicladas listas para tejer una nueva camiseta. La realidad es bastante desoladora. “España ha sido referente en el reciclaje mecánico con Belda Llorens, que acaba de cerrar, o Recover, que es una spin-off de Hilaturas Ferre”, explica la experta.
El reciclaje mecánico consiste en hacer papilla un producto para usar esa pasta como materia prima para fabricar nuevos productos. Esto vale tanto para la ropa como para el cartón o los envases de plástico y la clave para que funcione es que la papilla sea preferentemente monomaterial (no se pueden mezclar churras con merinas ni poliamida con lino) y sin impurezas (lo que en el argot se denomina ‘impropios’ o ‘contaminación cruzada’ y que implica que no puedes reciclar mecánicamente una camiseta con corchetes o botones). Lo que parece fácil sobre el papel se complica en la vida real, porque, por ejemplo, muchas camisetas de algodón añaden poliéster elástico para dar forma a los cuellos. “Si las prendas tienen algún tipo de impresión plastificada con ftalatos, lentejuelas u otros elementos también va a ser más difícil de reciclar”, añade Gómez.
Existe otra forma de reciclaje: el reciclaje químico. Aquí se emplean sustancias químicas que ‘despegan’ y vuelven a unir las moléculas de las fibras textil haciendo posible la fabricación de bobinas de hilo listas para confeccionar nuevos productos textiles. El punto débil es que aún es un sistema caro que engulle grandes cantidades de energía para acometer todo ese proceso industrial. Si la energía no es verde, el proceso ya no es tan sostenible. Y si los hilos resultantes son caros, se convierten en una solución elitista que servirá para confeccionar nuevas prendas de origen reciclado, pero solo aptas para bolsillos pudientes.
El PET reciclado no viene de donde creías
Sumando todas las fibras recicladas conseguidas con ambas tecnologías, solo se consigue reciclar de forma eficiente, es decir, de prenda a prenda (reciclas camisetas y sacas hilos para hacer nuevas camisetas), un 1% de todo el producto que se pone en el mercado. Siguiendo la jerarquía de aprovechamiento de residuos, está el infrarreciclaje o downcycling, que es emplear esa materia textil reciclada que no da para confeccionar moda para usos menores: rellenos de los asientos de coches y aviones, es de insonorización… “El resto termina en vertederos y en incineración”, sentencia Gómez.
Javier Molina Fuster, con más de 30 años de experiencia en diseño, gestión y sostenibilidad en la industria textil, abre otro melón incómodo: el deslumbrante negocio de la ropa y el calzado fabricado con chorrocientas botellas PET recicladas. “Durante años nos han repetido que usar poliéster reciclado es sinónimo de sostenibilidad. Que si sustituyes el poliéster virgen por uno reciclado, ya estás haciendo lo correcto. La realidad es que más del 90% del poliéster reciclado que hoy se utiliza en la industria textil no proviene de ropa usada, ni de residuos postindustriales. Proviene de botellas PET. Y no de botellas recogidas tras su uso, sino de botellas fabricadas exprofeso para ser trituradas”, detallaba en respuesta al post del noruego en LinkedIn y volvía a reiterarlo en Imagina, una jornada sobre moda sostenible celebrada en mayo en el Jardín Botánico de Madrid.
Ante la estupefacción de los asistentes, Fuster resaltaba que estas botellas recicladas jamás se han llenado de agua, nunca han llegado a un supermercado y jamás han servido para aplacar la sed de nadie. “Es un producto nacido con un único propósito: alimentar una cadena de producción que presume de sostenible. Y yo me pregunto, ¿dónde está el reciclaje si el producto original jamás fue utilizado?”, declara, dejando caer la oscura sombra del greenwashing. “Se ha dejado de apostar por el reciclaje textil-textil, el único que verdaderamente cerraría el ciclo de la moda porque resulta más barato, sencillo y conveniente triturar PET virgen que recuperar y reprocesar fibras de prendas reales”, concluye. Y aporta un dato demoledor: la normativa actual permite etiquetar un producto como ‘reciclado’ aunque contenga solo un 20% de material recuperado. “Con ese criterio, una camiseta con un 90% de poliéster virgen puede seguir vendiéndose como ecológica”. Pero, si esa camiseta te dura un año o más, y la de algodón orgánico, apenas unas semanas, ¿qué es más sostenible en el ciclo de vida? Es la gran paradoja para la que la industria textil no tiene una respuesta clara.
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