El peligro de las pseudoterapias: tres días hospitalizada tras “purificarse” con un enema de ‘lejía milagrosa’
Toxicología recopila en dos años 21 casos de problemas de salud relacionados con la falsa medicina Solución Mineral Milagrosa (MMS), en realidad un desinfectante industrial


Una mujer de mediana edad pasó tres días ingresada en el Hospital Puerta de Hierro (Madrid) tras istrarse hace unos meses un enema de la llamada Solución Mineral Milagrosa (MMS, en sus siglas en inglés) con el objetivo de “purificarse”. Este producto, un desinfectante industrial parecido a la lejía, ha sido promocionado en los últimos años por curanderos y seguidores de las pseudociencias como una solución mágica a múltiples enfermedades —VIH, malaria, coronavirus, diabetes...— y trastornos del neurodesarrollo, como el autismo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Sanidad han reiterado desde 2010 que el uso de MMS entraña “un grave riesgo para la salud” y que “no está recomendado en ningún caso”.
La paciente acudió una noche a urgencias con sangrado anal y dolor abdominal, y explicó que horas antes se había istrado “un enema de MMS comprado en internet por 300 euros”, según el trabajo presentado ahora por profesionales del Puerta de Hierro en el congreso de la Asociación Europea de Centros Antitóxicos y Toxicología Clínica.
“La MMS es clorito de sodio diluido al 28% en agua destilada. Es una sustancia cáustica, que daña la mucosa digestiva y puede producir una perforación intestinal. En este caso, la paciente tuvo buena evolución y recibió el alta tres días después. Una colonoscopia un mes más tarde no detectó lesiones ni secuelas”, explica Antonio Caballero, de la Unidad de Toxicología Clínica del Puerta de Hierro.
La paciente confesó al personal sanitario que quería “eliminar toxinas y purificarse”. Caballero recuerda que la MMS “sirve para desinfectar piscinas, no aporta beneficio alguno a la salud, no hay ningún estudio científico que avale su uso y su consumo supone un riesgo importante”.
El Instituto Nacional de Toxicología (INT) ha recibido entre 2023 y 2024 un total de 21 consultas y avisos por problemas de salud relacionados con el consumo de MMS, según datos facilitados por este organismo. La cifra, sin embargo, refleja solo una parte de la realidad, ya que los hospitales no siempre an con el Instituto. “Se hace a criterio del médico, no hay ningún protocolo. Yo sí llamé para ver si tenían datos específicos del producto que había comprado la paciente”, ilustra Caballero.
El clorito de sodio se usa para el tratamiento de aguas, como desinfectante y también como blanqueador en la fabricación de papel, entre otras aplicaciones. La manera más común de utilizarlo es con un ácido, lo que desencadena una reacción química que libera dióxido de cloro, un gas muy tóxico para cualquier forma de vida. Esta reacción, a menor escala, también se produce en el aparato digestivo con los jugos gástricos.
La primera gran advertencia de las autoridades contra el uso de MMS se remonta a 2010, cuando Canadá informó de seis casos de reacciones adversas graves. La Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) publicó entonces una “alerta de medicamentos ilegales” por la venta en internet del producto. En septiembre de 2020, durante la pandemia, la AEMPS publicó una nota informativa advirtiendo del peligro del “consumo por vía oral de soluciones de dióxido de cloro para el tratamiento o prevención” del coronavirus.
El uso de MMS, aunque minoritario, se engloba dentro de un amplio y complejo problema que preocupa desde hace años a autoridades y profesionales sanitarios: la persistencia de prácticas y creencias alejadas de la evidencia científica que ponen en riesgo la salud de quienes las asumen como una alternativa a la medicina avalada por la ciencia.
Una de las manifestaciones del fenómeno es el rechazo a las vacunas, lo que en ocasiones tiene consecuencias trágicas como la muerte en 2015 de un niño de seis años en Olot (Girona) por difteria, una infección prevenible. Otra, como este caso, el uso de sustancias peligrosas para enfermedades para las que existen tratamientos seguros y eficaces, o también para lograr supuestos beneficios como “purificarse”.
Muchos médicos, especialmente oncólogos, avisan de que una de las consecuencias más graves de las pseudoterapias es la “pérdida de oportunidad” de recibir un tratamiento efectivo, lo que ocurre cuando se renuncia a recurrir al sistema sanitario —o abandonan los tratamientos a medias— para seguir una terapia alternativa o pseudoterapia.
“Casi todos los oncólogos hemos visto tumores que, tratados a tiempo, hubieran tenido buen pronóstico, pero que nos llegan en fases avanzadas en las que ya es más difícil poder alcanzar la curación”, lamenta Joaquim Bosch-Barrera, del Instituto Catalán de Oncología (ICO) de Girona.
Un caso conocido es el de Steve Jobs, fundador de Apple. Diagnosticado de uno de los pocos tipos de cáncer de páncreas curables —la mayoría tienen pocas opciones de tratamiento—, Jobs desoyó durante nueve meses las recomendaciones para someterse a una cirugía. En cambio, optó por seguir varias pseudoterapias. Cuando finalmente cambió de opinión, ya era tarde.
Un estudio de la Universidad de Yale demostró en 2018 que abandonar los tratamientos aprobados para seguir una pseudoterapia multiplica por hasta cinco veces el riesgo de morir. En España, una macroencuesta realizada ese mismo año reveló que dos millones de personas habían sustituido un tratamiento médico por una terapia alternativa.
“Es importante diferenciar las terapias alternativas, que son siempre un riesgo, de las llamadas complementarias. Estas son las que el paciente decide seguir junto al tratamiento prescrito: consumo de productos considerados naturales, dietas, prácticas como la acupuntura... Su eficacia no está demostrada y en algún caso pueden producirse interacciones, por eso es importante comentarlas con el especialista. Pero es importante que este acompañe siempre al paciente y tenga en cuenta si pueden contribuir a su bienestar”, expone Bosch-Barrera.
Este experto destaca que el diagnóstico de un cáncer es un momento que “marca un antes y un después” en la vida de los pacientes. “Transitar por él nunca es sencillo. La persona se siente vulnerable, se plantea muchas cosas... y también puede sentir que pierde autonomía. Hay que tomar muchas decisiones sobre cuestiones que desconoce y, si no existe una buena comunicación, esto puede generar algún recelo. En estas circunstancias, que el paciente tome la decisión de iniciar alguna terapia complementaria puede contribuir a involucrarle en el proceso, animarle a cuidarse más y que se sienta mejor. Y esto es beneficioso si no interfiere con el tratamiento basado en las guías clínicas”, añade Bosch-Barrera.
Elena Campos-Sánchez, investigadora postdoctoral en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y presidenta de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), destaca que “estas situaciones de vulnerabilidad emocional e inseguridad pueden hacer al paciente más proclive a probar pretendidos remedios ‘por si acaso’, aunque sean sin ninguna validez y puedan ponerle aún más en riesgo”. En este sentido, lamenta esta experta, “aunque las pseudoterapias también matan, la percepción social de su riesgo es baja y están arraigadas en la sociedad”.
Celia Díaz-Catalán, investigadora del Instituto Complutense de Sociología para el Estudio de las Transformaciones Sociales Contemporáneas, considera que las pseudoterapias persisten por varios factores: “Las investigaciones muestran que la confianza en la ciencia y los profesionales sanitarios sigue siendo elevada, pero también que se ha producido una cierta pérdida de autoridad y oportunidad. La autoridad es la capacidad de la ciencia de influir o persuadir en base a la evidencia. La oportunidad está relacionada con la existencia o ausencia de cauces adecuados para establecer una relación de confianza entre profesionales y pacientes que transmita de forma efectiva los mensajes avalados por la ciencia”.
La falta de tiempo en las consultas y la precariedad en algunos puntos del sistema sanitario es uno de los factores que incide en esta pérdida de oportunidad. La propagación de discursos populistas magnificados por redes sociales es otro de los factores que afectan a la autoridad, en un complejo proceso en el que también contribuyen la desconfianza hacia la política y recelos a determinadas prácticas de la industria farmacéutica, según los expertos.
“Al final, algunos pacientes confían más en personas que sienten cercanas y les pueden dedicar más tiempo o atención, aunque mantengan postulados alejados de la ciencia. Para restablecer la confianza, es crucial reforzar la relación entre médico y paciente con más tiempo y medios. También impulsar unas relaciones más horizontales, con una ciencia más abierta que no solo se legitime con la evidencia, sino también por su relación con la comunidad para que esta se sienta partícipe y escuchada. La mejora en la adhesión a los tratamientos será más efectiva por esta vía que meramente refutando mensajes anticientíficos con datos de una evidencia que no siempre llegan a los ciudadanos”, concluye Díaz-Catalán.
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