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Columna
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‘Big Boys’: otra juventud existe

Jack Rooke ha creado personajes juveniles reconocibles, de carne y hueso, con especial atención a los chicos, a la amistad entre diferentes

Dylan Llewellyn, en la tercera temporada de 'Big Boys'. Foto: Filmin
Paloma Rando

Para adivinar cuáles serán las series punteras del mañana, hay que mirar al teatro de hoy. Los ejecutivos de televisión bien lo saben. Del festival de artes escénicas Fringe de Edimburgo, han salido, por nombrar solo algunas, Fleabag, Mi reno de peluche y Big boys, cuya tercera temporada acaba de estrenar Filmin. Las tres en formato monólogo confesional. El monólogo teatral parece el nuevo pitch —esa venta oral que los guionistas tenemos que hacer en los despachos para tratar de despertar el interés por nuestros proyectos—, y la autoficción, el reclamo definitivo, tanto para creadores como para espectadores.

Y esto no es una crítica a las tres series, que son extraordinarias, es más bien un interrogante sobre hasta qué punto se legitiman las experiencias personales como material literal de la ficción y viceversa. ¿Esto es digno de ser contado porque me ha pasado a mí? Y sobre si la autoficción debería ser considerada un plus, tanto desde el punto de vista de los creadores, como de la industria y de los espectadores. ¿Esto me interesa más porque le pasó a alguien, en concreto, al que me lo está contando? Para mí, desde luego, no es así. No creo que un relato sea más valioso narrativamente por ser personal. O más bien considero que también es personal, es decir, del autor, la narración que involucra a personajes, conflictos y entornos completamente alejados de su autobiografía. Imaginar habla de uno mismo tanto como recrear.

De izquierda a derecha, Izuka Hoyle, Jon Pointing, Dylan Llewellyn y Olisa Odele (tumbado), en la tercera emporada de 'Big Boys'.

Dicho lo cual, si la semana pasada comentaba que la serie que más emotiva de lo que va de año es una comedia ­—Hacks, la tercera temporada de Big Boys no le va a la zaga. Desde sus inicios, los espectadores que nos comprometimos con la serie de Jack Rooke sabíamos que no iba a tener final feliz, pero hay narradores que tienen la habilidad de encontrar una luz dentro de la fatalidad, igual que los hay que saben conjugar la comedia y el dolor. Rooke tiene los dos talentos. Su tercer logro ha sido crear personajes juveniles reconocibles, de carne y hueso, con especial atención a los chicos, a la amistad entre diferentes. En un sector que tiende a hacer de la juventud un fetiche, una amenaza, un estereotipo o una hipérbole —a veces todos a la vez—, acompañar a Jack, a Danny y a todos los demás ha sido una experiencia gratificante y reveladora. Otra juventud existe también en la ficción.

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Sobre la firma

Paloma Rando
Redactora, columnista y guionista de televisión. Empezó a trabajar en el medio en 2006, en el departamento de vestuario de diferentes series, y dio el salto a guion en 2012. Su último trabajo emitido es 'Señoras del (h)AMPA'. Ha desarrollado series para Alea Media, Shine Iberia, Secuoya, Zeta studios y Suma content, entre otras productoras.
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