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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rocío Márquez, voces que son de adentro

Con su nuevo disco, ‘Himno vertical’, la cantaora regresa al lirismo y a la introspección emocional. Una nueva parada en la trayectoria de una artista con una libertad creativa insobornable

La cantaora Rocío Márquez, en un retrato promocional.

Gorgoteos, sibilancias, un informal canturreo. Susurros y silencio, palabra hablada y palabra cantada: “Me llegan voces que son de adentro”. Es tan solo el arranque del corte que abre el nuevo disco y proyecto de la cantaora onubense Rocío Márquez, Himno vertical. En solo un minuto, experimentación, riesgo y, sobre todo, un escalofriante magnetismo que, como los anteriores valores, se extiende al resto de una grabación estructurada alrededor de la clásica secuencia obertura-interludio-finale. Una obra de vocación conceptual por su intención de réquiem, de liberación positiva de duelos personales a través de la música y de la palabra, que cobra un papel fundamental con los versos que la cantaora ha escrito con la colaboración de la escritora Carmen Camacho e influenciada por la lectura de poesía mística contemporánea, concretamente la del poeta argentino Roberto Juarroz.

“Intento conectarme con la energía del juego”, confiesa Márquez. Y, quizás como parte de él, aparecen las nuevas expresiones vocales que introduce en este trabajo. Reconoce que se han podido filtrar desde el aprendizaje que supuso su estudio sobre la voz flamenca, tema de su tesis doctoral. Pero también constituyen un reflejo de la improvisación que ha dominado el largo proceso de creación junto al guitarrista Pedro Rojas Ogáyar. Como una suerte de decantación o depuración de las largas sesiones improvisadas que han mantenido, nacen los 11 cortes que integran una obra estructurada en torno a tres experimentales ‘Dictados’. Alrededor de ellos se engarzan una canción y siete estilos flamencos, porque para ella el género, con sus códigos, constituye su vehículo expresivo. “Es lo que uso para articular el discurso y están ligados a recuerdos emocionales. Los usaré siempre, pero como punto de partida, nunca como una limitación”, declara.

Retrato promocional de Rocío Márquez.

El primero es el fandango, viva expresión de lo anterior: tradicional y con una fuerte carga vital, está dicho con fuerza a palo seco (“Que las apariencias engañan / por un almendro he sabío”), antes de que la guitarra española la conduzca a la dulzura de una canción minera camino de un final abrupto. Tras una luminosa canción libre viene la seguiriya de contornos aparentemente desdibujados, pero con una exacta percusión que mantiene el pulso para que la palabra vuele libre hacia un clímax de distorsión, grito y letanía final: “Toítas las penas que antes me afligían serán elección”. Con la soleá los versos se escuchan nítidos en su tonalidad apolá y en el ‘Dictado 2’ se cuelan aires de verdiales. Las interpretaciones, marcadas por la fuerte personalidad de Márquez, reciben tratamientos que, en ocasiones, podrían difuminar las estructuras de los viejos cantes. ¿Supone esto una evolución de los viejos estilos? La cantaora prefiere hablar solo de mutación.

El discurso musical se muestra unitario y se nutre de pequeños microcosmos, como la malagueña que es un remanso de paz o la guajira que aúna la dulzura de los aires ‘marcheneros’ junto a la guitarra slide. Los tangos, pese a arrancar lentos con un recitado, se escuchan airosos con un estribillo juguetón que les otorga la ligereza propia del estilo. La bulería es lenta y mantiene su pulso latente por debajo de la palabra. En el ’Dictado’ final, vuelven a tener protagonismo los juegos vocales, para, siempre en tono creciente, cerrar el discurso con una cierta relativización: “No importa que el dictado no sea significado / ni que lo comprenda nadie / ni siquiera yo”.

El acompañamiento de Rojas es sutil y versátil, rico en matices y combina su doble condición clásica, con la guitarra española, y experimental, con la eléctrica. Márquez confiesa que la ha llevado a partes suyas que desconocía. La gratitud y iración hacia él es extensible a los anteriores compañeros de viaje con los que ha compartido proyectos: Raúl Refree, en parte de su tercera grabación, El Niño (2014); Proyecto Lorca, un trío de piano, saxos y percusiones (Daniel Borrego, Juan J. Jiménez y Antonio Moreno) en Firmamento (2017), su primer disco sin guitarra. A ella volvería con Visto en el jueves (2019), pero no de forma convencional: la sonanta de Juan Antonio Suárez ‘Cano’ nunca lo será. Luego, ya se sabe, vino la celebrada experiencia electrónica con la música de Bronquio en un disco, Tercer cielo (2022), que se acerca ya al centenar de conciertos en vivo. Eso sin citar sus trabajos con el violagambista Fahmi Alqai, la pianista Rosa Torres Pardo o el guitarrista Enrike Solinís.

Intención, intensidad y emoción, junto a una entrega honesta a cada uno de esos proyectos, configuran la trayectoria de una artista en estado de inquietud permanente y con gusto por las manifestaciones de vanguardia, que se renueva en cada proyecto con una insobornable libertad creativa. Este Himno vertical se entiende solo como una parada en la carrera de una creadora singular que se muestra imparable, quizás una vuelta al lirismo y la introspección tras la épica y la expansión de Tercer cielo.

Himno vertical

Rocío Márquez
Delirioyromero

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